A veces miras al cielo, está despejado y lleno de paz, y te parece bonito.
Otras veces lo miras, y está atestado de nubes que se mueven. Y algunas te parecen interesantes.
Hay momentos en los que miras al cielo, hasta donde alcanza tu vista, y hay una sola nube. Y te parece diferente y especial.
Entonces nace esa mezcla de belleza y admiración, incomparable a ninguna otra.
Ahora vamos a cambiar algunas palabras
A veces miras la ciudad, está despejada y llena de paz, y te parece bonita.
Otras veces la miras, y está atestada de personas que se mueven. Y algunas te parecen interesantes.
Hay momentos en los que miras la ciudad, hasta donde alcanza tu vista, y hay una sola persona. Y te parece diferente y especial.
Entonces nace esa mezcla de belleza y admiración, incomparable a ninguna otra.
«Debes aprovechar estos últimos rayos de sol para salir a caminar un rato y despejarte» – me dije la pasada tarde.
Miré al cielo y nació la primera parte de esta historia. Subí hasta la colina del parque, donde me gusta tumbarme en el cesped. Observé y escuché a un grupo de personas que andaba por allí, tan monótonas y predecibles… Como esas nubes que se amontonan anunciando tormenta. Y nació la segunda parte de la historia.
Llegué a casa, encendí el ordenador y dibujé nubes.
Ahora puedes seguir cambiando palabras, si te apetece, seguramente nada pierda sentido…