Si algo ha ido en aumento en los últimos años ha sido el campo de la animación en 3D. Digamos que el 2D, los dibujos animados de toda la vida, ya no se fomenta. Pues bien, y esta es solo mi opinión, me parecen mucho más bonitos los dibujos en 2D. Y tal vez poca gente piense lo mismo, y a pesar de que en 3D los dibujos parezcan estar más vivos y con infinidad de detalles, en 2D ganan en calidez, en cercanía. Seguramente sea porque ya tengo unos añitos y despiertan en mí la nostalgia.
La tortuga roja es una película de animación del año 2016, nominada a los Óscar. Con un dibujo exquisito. Sin diálogos. Colores suaves. No apta para impacientes. De esas obras de arte que debes ver una vez en la vida. Ese sabor de boca me dejó a mí.
Es una metáfora, es una oda a la vida, una fábula que te enseña que pese a que haya cosas que no puedes cambiar, si puedes intentar buscar otro modo de ver las cosas, de aprovechar el momento.
Veo en esta película la culminación de un estilo y una forma de hacer cine tan personal que pareciera trasladarnos a otra época, cuando la palabra no era necesaria para reflejar la profundidad de los deseos humanos, cuando lo esencial era un rostro mirando con cariño y compasión a otro ser que compartía el mismo escenario.
Sin sonidos estridentes, sin efectos especiales, sin gafas 3D… La magia de la sencillez y la naturaleza como escenario.