Seguramente me hubiera ahogado.
Como se ahoga cada uno de mis poros en el sudor forzado.
Me hubiera ahogado.
Rápido, sin tiempo para pestañear
entre la primera brazada y la tos.
Seguramente me hubiera ahogado.
Como el sol en el fondo de la copa de un helado de stracciatella.
Me hubiera ahogado.
Deprisa, como una tormenta de aire frío
en contra de mi cara y mi voz.
No era el calor, no era el olor a jazmín,
no era el lugar ni el tambor de la calle.
Eras tú con el tiempo justo escondido en el bolsillo
riéndote desde lejos mientras no me ahogaba.
Eras tú subido como un ídolo en la ola de otros mares,
ausente de mi azúcar
negando de tu sal.
Me hubiera ahogado.
Pero me quedé en la orilla y recogí las conchas,
para que cuando pisaras la arena en otra vida
no te pincharas.
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